Como viene siendo costumbre, tras acabar una edición del FIB, y cuando el cuerpo todavía no se ha acostumbrado a la rutina y a la vuelta a la realidad, los que andamos por las listas de correo recibimos de Maraworld, la productora, un mensaje de agradecimiento. El de este año viene a decir: “Gracias por hacer del FIB Heineken un gran festival”. Y yo, que llevo trece ediciones consecutivas merodeando por sus diferentes espacios, yo que he disfrutado allí de algunos de los mejores espectáculos que he visto en mi vida, no puedo evitar pensar que no es lo mismo un gran festival, que un festival grande.
Porque el FIB, que siempre fue un gran festival, se ha ido convirtiendo poco a poco en un festival grande. Porque en cantidad es lo más. Cantidad de gente y cantidad de días. Pero si hablamos de calidad… ¿en qué se ha convertido el FIB? Hagamos un repaso rápido de la edición de este año, y obviemos las suspensiones provocadas por el viento huracanado. A última hora se cancelan los conciertos de dos grandes nombres muy esperados: Lily Allen y Foals (no cuento lo de Kings of Leon, porque no me imagino a los Morán soplando fuerte para ahorrarse el caché), a lo que hay que añadir el lamentable sonido del concierto de Oasis (tremendamente bajito el volumen respecto a días posteriores), con interrupciones impropias de un festival de envergadura (imperdonable ese “Champagne Supernova” que no sonó). Además, a nadie se le escapa que el anuncio de The Killers agotó antes de lo previsto los abonos. Todo un éxito, salvo por el hecho de que The Killers son una banda anodina y plasta, más apropiada para una gala de OT o un Rock in Río, que para un FIB. Con lo que cuesta traer a estos pavos, se puede traer a Florence & The Machine y Reverend & The Makers (bandas que vendrán cuando ya no haga ninguna falta), y hasta rejuntar a los Stone Roses en una velada épica e inolvidable.
O no. Porque a lo peor yo estoy equivocado, y el FIB no es más que un festival donde hacer taquilla, y el próximo año amplían definitivamente espectro y vienen a tocar Queen y Bon Jovi, y revientan el aforo con más de 100.000 personas, y se adueñan de la carretera y el Aquarama, o simplemente de dos o tres campitos en barbecho, para hacer como que amplían el espacio y meter 30.000 personas más, 40.000 si no estan muy gordos, y hasta expropian el Desierto de las Palmas para hacer un camping donde albergar a toda Inglaterra como si fueran refugiados etílicos… ¿sería un éxito? ¿un gran festival? Sería una mierda. Una soberana mierda enferma de triunfalismo y sinrazón.
Soy consciente de lo difícil que resulta organizar un evento así y que todo en mundo esté contento. Lo cierto es que en el FIB poco a poco se han visto mejoras importantes. No hay largas esperas para conseguir que te atiendan en una barra (ya quisiera el Primavera), ni para acceder a los baños, ni para comprarte la cena ni los tickets. Incluso son puntuales en los horarios de los conciertos. Pero a estas alturas en el FIB se hace ya muy difícil disfrutar de la música porque ha dejado de ser un festival de música para ser una enorme fiesta. Fiesta, fiesta y fiesta. Y si a Paul Weller se le escucha como si estuviera en Oropesa, no importa. Y si las chicas de Tom Tom Club terminan despeinadas y cantando en Formentera, importa aun menos. Y si la mejor banda en vivo que ha pasado en años por el festival, TV On The Radio, solo actúa 45 minutos por cosas del reajuste planetario o de la caprichosa programación, que da más cancha a quien menos tiene que decir, qué más da.
Y puede que esté en minoría, pero a mí eso es lo que más me importa.
Y si a eso le añadimos importantes novedades de esta última edición, como que te cobren por todo: por coger el autobús o por conseguir unos horarios, esto empieza a ser vergonzoso. Lo de los horarios especialmente, que solo se podían conseguir comprando una estúpida revista que siempre han regalado con el abono. Ni siquiera fueron publicados en la web. Y además, los puestos de información no informan. Nunca sabe nadie nada, si es que hay suerte y alguien atiende en otro idioma que no sea inglés. Tras las suspensiones por la ventolera, los horarios se volvieron locos, pero incluso los del escenario verde del domingo (que nada tenía que ver), donde se decidió adelantar los conciertos sin previo aviso, y sin anunciar con claridad (¿es que no hay fotocopiadoras en Maraworld?). Muy mal, pero que muy mal. Eso es impropio de un gran festival. Y el hecho de que en definitiva la gente disfrutara y se dejara la pasta, no implica que no sea un desastre esto de convertirlo todo en un megaevento.
Creo que hay que elegir entre un festival grande y un gran festival, porque las dos cosas juntas no funcionan. Porque puede ser un éxito de público y una importante inyección económica para la ciudad, pero la música no puede desangrarse mientras tanto, porque entonces nada de esto tiene sentido.
Me pregunto que hubiera ocurrido si durante el concierto de Oasis, la torre de sonido que se vio invadida por decenas de fibers que treparon por ella sin ninguna dificultad, se hubiera precipitado al suelo antes de que la organización pudiera reaccionar. La respuesta es fácil: una tragedia y el fin de un festival grande. Demasiado grande.
Y una cosa más. Un consejo: cambien ya su muñequito, que ese fiber con gafas y peinado moderno, que viene a descubrir tendencias y disfrutar de buena música ya no existe. Se lo llevó el mismo viento que infló su éxito y su cartera.
Solo añadir algo ajeno a la organización, pero no a las instituciones públicas: la Guardia Civil estuvo constante e insistentemente cacheando en profundidad a quien le pareció. No sé si buscaban drogas, antrax o etarras postmodernos, pero fue insufrible. Sobre todo teniendo en cuenta que la masa sospechosa de gente sin pulsera, pululaba mientras tanto a sus anchas por el exterior del recinto del festival, como siempre. A mí es que me parecen sospechosos y molestos, tantos individuos sin pulsera trapicheando a las afueras de la cosa.
Por cierto, que cuando se evacuó el recinto durante la ventolera y en pleno apagón casi total, 50.000 personas caminaban a oscuras a las dos de la madrugada, por la estrecha y tramposa carretera interior, avanzando hacia el pueblo sin tropezarse en ningún momento con ningún miembro de la Policía o la Guardia Civil… seguramente su jornada represora había terminado y ya no hacían ninguna falta. De vergüenza, oye.
Lo dijo Acid Queen el 24.07.2009 a las 21:48