Sobrevivió al Nueva York de los primeros 70, a la Factory de Warhol, y al Chelsea Hotel. Al posterior éxito masivo de un primer disco, “Horses”, convertido en obra capital de la cultura moderna. Sobrevivió al auge y a una caída que a punto estuvo de dejarla parapléjica, a las muertes de sus mejores amigos, y a la de su propio marido, Fred. Sobrevivió a la poesía árida y visceral, al rock incontrolable, al prepunk, al punk y al postpunk… Y aquí está, con sesenta y cuatro años de vida al límite… Patti Smith.
Y allí estaba yo, en plena resaca del FIB 2010, en la primera fila del escenario Puerta del Ángel del Festival Veranos de la Villa, en Madrid. Ni el destartalado sonido del principio del concierto, ni sobre todo, el hecho de ver aparecer a uno de los seres que más me han hecho disfrutar en esta vida, portando una camiseta de Torres de la Selección Española de Fútbol, me hicieron perder el interés. Patti llegó excesivamente sonriente con el público y mosqueada con el sonido, nada parecía presagiar un concierto memorable. Fue tras su entrada con “Ask the Angels”, al comenzar “Redondo Beach”, y al cambiar la camiseta campeona por su clásica vieja americana negra cuando poco a poco se dejó ver como el animal escénico que es.
Acompañada de una banda de cuatro músicos, dos de los cuales, Lenny y Jay Dee, fueron miembros originales del legendario Patti Smith Group, fue combinando clásicos imperecederos como “Dancing Barefoot” o “Free Money”, con joyas emocionantes del calibre de “Ghost Dance”. Y por supuesto, con todo ya en su sitio, surgió la Patti combativa e incitadora. Espectacular la versión de “Beneath the Southern Cross”, con una larga introducción de apariencia improvisada, a solas ella y su guitarra, donde al compás de un solo y básico acorde, habló de España, de arte, de Lorca y de Picasso, y terminó gritando: “Franco murió y el rock volvió”.
Y mientras bebía (agua), escupía (más que un chino), y se secaba el sudor con la camiseta arrugada de Torres, versioneaba el estupendo “Play with fire” de los Rolling Stones, y recordaba a sus seres queridos que han muerto en el camino (Fred, sus padres, su hermano, Kurt Cobain…), preparando lo que sería la traca final más arrasadora posible.
“Because the night”, “Pissing in a river” y “Gloria”, así seguidas , sin casi descanso entre ellas pero íntegras, sin tiempo para respirar y secarse el lagrimón y dar un abrazo al primer desconocido que tuvieras al lado. Sonaron tan rabiosas y bellas como son. Y se fue y volvió, y dijo que había visto en los periódicos a un millón de personas por las calles de Madrid celebrando la copa del mundo, y que estaba muy contenta de que la gente saliera a la calle a celebrar, y pidió amablemente a todos que también salgan para protestar y boicotear, y que la gente tiene el poder y… estalló con un “People have the power”, eléctrico y atronador… Y yo pensé que había muerto y caído al infierno, y que allí estaba esta mujer despeinada y de atractiva fealdad. Pero no, porque de pronto se sacó de la manga una canción perdida en las profundidades de “Gone Again”, que se llama “Wing” y que yo adoro, y claro, pensé que no me quedaban cleenex y que no salía de ésta, y que había caído en una espiral sin fin… Pero llegó el fin… y no pudo ser más espectacular: el “Rock’N’Roll Nigger” sonó con la misma pasión descontrolada con la que fue creado, con la misma rabia incontenida del primer día. Todos fuimos “nigger” por unos minutos y quizá todos seamos “nigger” para siempre después de esto. En pleno éxtasis, Patti, guitarra en mano dijo: “esta es la máquina de matar de Jimi Hendrix”, mientras arrancaba cada una de sus cuerdas. Mientras arrancaba cada una de nuestras almas.
Han pasado casi 24 horas desde entonces, y ahora puedo decir, de nuevo, que sobreviví a Patti Smith. Por mí, puede quedarse con mi alma para siempre. Se la ha ganado.
Que bonito !!!
Lo dijo Bekapop el 21.07.2010 a las 22:56