Me ponga como me ponga no puedo ser objetiva con el Primavera Sound: ¿cómo no amar un festival que se celebra en una bonita ciudad llena de tiendas maravillosas y a cuyo recinto se puede acceder en metro, un festival sin calor asfixiante que permite vestir elegantemente sin churretones de sudor y mantener un flequillo bastante decente, un festival en el que la gente (aparentemente) se interesa realmente por la música y no sólo por pillar el cebollón del siglo, un festival en el que presenciar la aparición de las tendencias estilísticas que se llevarán en este pueblo dentro de dos años…? Imposible resistirse.
Sin embargo, no todo es felicidad en Primaveralandia y en esta edición se han detectado algunos problemas en el paraiso. En primer lugar, este año ha habido un huevo de gente, las fuentes oficiales dicen que unas 100.000 personas lo que supone un considerable aumento respecto al año pasado (crisis, what crisis?). El jueves se estaba en la gloria pero el viernes empezamos a sentir las apreturas y en algunos conciertos como el de los Pixies había más gente que en la guerra (¡hasta Perry se agobió!). Además, este año se ha notado un importante incremento de público extranjero (ingleses, alemanes, franceses), de hecho en cualquier rincón había alguien hablando en guiri y, claro, cuando aumenta la masa inglesa ¿qué pasa? que no se puede más que temer que el hooliganismo acabe apareciendo en plan FIB y aunque presenciamos algunos ejemplos de cieguismo extremo, esperemos que la cosa no vaya a mayores en años venideros. De todas formas, lo grave del asunto es que esta masa humana fue, en algunos aspectos, mal gestionada por la organización que, aparentemente, no había previsto semejante avalancha. ¿Alguien se explica que a estas alturas de la vida (diez ediciones) no hayan bastantes poly-klynes ni camareros en las barras? mi no entender… También sufrimos en nuestras propias carnes otros problemas organizativos tales como la desastrosa gestión de los autobuses lanzadera al salir del festival, algo bastante incomprensible cuando ese servicio ha funcionado bastante bien en años anteriores.
En cualquier caso y a pesar de los problemillas, el Primavera Sound siempre se disfruta aunque uno se limite a sentarse en cualquier rincón y contemplar el desfile humano (un voyerismo del que yo disfruto mucho). En materia de estilismos este año ha habido un poco de todo aunque, como siempre pasa, al ser un festival que se celebra en la primavera tardía es curioso ver el contrastre entre el público que se viste muy de verano (normalmente guiris) y la gente que se resiste a quitarse las medias y las botas. Eso si, como dirían las madres, hagas lo que hagas, ponte bragas y nunca te olvides la rebequita porque de noche y al lado del mar refresca que da gusto.
En relación a los estilismos, cabe destacar que sigue perdurando la corriente feista, es decir, muchachos y muchachas que, aparentemente por voluntad propia, se visten como fardachos en aras de la modernidad (por lo visto aquello de sacarse partido pasó a la historia para algunos). Se han visto bigotes, naúticos y zapatos abueliles para ellos y mucho micropantalón y microfalda para ellas (una no podía evitar pensar que aquella chica que iba tan corta acabaría enseñando hasta el DNI en algún momento de la noche). También hay que decir que, en general, este año he visto bastante gente muy bien arreglada, muchas chicas con vestiditos monos, muchos labios rojos, muchos lunares, estampados florales, encajes y mucha preocupación por el look (supongo que no soy la única que un mes antes del festival empieza a pensar en los modelitos que se pondrá cada día). En los chicos he visto bastante discreción este año: camisetas de grupos, polos fredperristas, zapatillas molonas, chaquetas de punto, pelo arregladito y yo diría que menos barbas frondosas. En cuanto a los accesorios, ganan por goleada las gafas de nerd (azafata del un, dos, tres podría ser el concepto) y las bolsas de tela o tote bags de motivos diversos (todavía me pregunto por qué no me compré la de Bcore…). Siendo un poco osada creo poder afirmar que, por esta vez, los españoles hemos ganado el duelo estilístico porque la proporción de mamarrachos/as era mucho mayor en el sector foraneo de la audiencia y tengo que decir que casi todos los vestidos, bolsos y demás accesarios que envidié malsanamente eran portados por españolitas.
En resumen puedo decir que el Primavera es un festival que nunca me falla y esta vez no ha sido menos. Me lo he pasado muy bien, he disfrutado mucho de los conciertos, me he reído mucho incluso en los momentos difíciles (cuando creí tener que quedarme en el Fórum para lo restos, atrapada a lo isla de Lost) y he podido tocar la modernidad con la punta de los dedos, eso sí, siempre sin olvidar que, como dijo aquel gran personaje, nunca podremos aspirar a ser nada más que modernos de provincias… El año que viene vuelvo, por supuesto.
Y no, no nos hemos olvidado de los conciertos… Próximamente: la crónica del festival.
Bueno, qué se puede esperar de un festival cuyos escenarios se llaman Adidas Originals o Ray-Ban. Qué cool.
La gran tendencia era casi epidemia: cuánta gente llevaría unas Wayfarer? Y un iphone? Y un iphone y unas Wayfarer?
Momento cumbre el moderno con capazo de mimbre al hombro. Eso es vintage y lo demás tonterías.
Lo dijo maiquel_nait el 02.06.2010 a las 15:31