Pues porque pocas personalidades artísticas han revolucionado e influido tanto y tanto, en tantas de las cosas que hoy nos gusta escuchar. Así que menos echarse las manos a la cabeza porque el señor Zimmerman venga al FIB, porque al FIB le luce muy bien la melena contando con él como cabeza de cartel.
Y porque este señor feo y bajito, por entonces judío, nos acercó el folk americano a todos y lo revolucionó a contracorriente en tiempos difíciles para ello. Un joven poeta que supo dar un salto eléctrico que cambió la forma de entender el rock, el folk y la vida misma. Un autor inconmensurable que superó la canción protesta a base de lírica y dejó un legado de canciones que todo el mundo conoce y a todo el mundo emocionan como el primer día. Un tipo sin el que sería absolutamente imposible escuchar la música tal y como hoy la escuchamos.
Yo personalmente, preferiría el desembarco en el FIB, aun a estas alturas, de Led Zeppelin o Bowie, seguramente porque el fondo de mi alma es más gay y más macarra, que poeta. Pero Dylan es Dylan, y si hemos disfrutado en el FIB de regresos menores pero espléndidos como PIL o New York Dolls, y de renovadores de igual caché artístico al del maestro como Cohen, Morente, Reed o Wilson, lo mejor será esperar a ver que nos puede ofrecer el Dylan de hoy y apostar por que dé un concierto como tributo a sí mismo, y un setlist que nos haga bailar dentro de huracán, lanzando preguntas al viento, entre tiempos cambiantes de lluvias duras, y sobre todo que nos haga alcanzar las puertas del cielo.
Cohen lo hizo aquella tarde. Y solo por ver a David Guetta aburrido en el backstage, merece la pena intentarlo de nuevo.
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