Como soy tan listo, me planté en la puerta del Primavera sin mi entrada impresa, y por alguna razón que no entiendo muy bien no sirve llevarla en un móvil con su código nítido y perfecto. Así que tras peregrinar por los alrededores en busca de un ciber con impresora, llegué, accedí y algo pude ver aún del show de Wild Nothing, que me pareció una más que correcta banda de pop, con muy buen sonido, que no disfruté porque estaba muy cabreado al comprobar que una cerveza de tamaño normal, a la que llamaban grande, costaba cinco euros.
Y nos fuimos al encuentro de Neko Case. La ex New Pornographers resulta encantadora y natural, entre Edie Brickell y Sheryl Crow, y sus canciones suenan muy bien, pero no apetecía nada el country pop de corte intimista y nos fuimos a ver si Woods era lo que parecía. Y era. Hay que tomar nota de esta banda de Nueva York que suena a rock californiano y a ácida psicodélia, que terminó su espectáculo con un largo desarrollo instrumental con la contundencia del viejo caballo loco y que supuso nuestro primer subidón primaveril.
Corre que te corre que empieza Tame Impala en Tarragona Playa (no es cierto: las distancias fueron muy llevaderas. Luego comentaré). Los australianos sí fueron un auténtico tsunami de psicodelia progresiva puesta al día con creatividad y saber hacer. Lo bueno de estos muchachos es la sensación que dan de que todavía está lo mejor de su talento por explosionar, si no se estropean, que se les ve muy cándidos. La verdad es que sonaron a gran banda, el gran escenario no se les quedó pequeño, y las enormes, impactantes e hipnóticas aunque sencillas proyecciones, hicieron que casi no nos diéramos cuenta de la pluma que suelta Kevin y sus palmas blandas. Muy buenos.
Nos perdimos a Jessie Ware y a Dinosaur Jr., pero no a Deerhunter, que presentaron disco nuevo con un concierto impactante tanto por su sonido, feroz y lleno de matices, como por la puesta en escena de Brandford Cox, ya que a su llamativo aspecto, muy alto y muy delgado a consecuencia de una enfermedad degenerativa, había que añadir un enorme flequillo que ocultaba su rostro y sobre todo, un vestidito-batita, muy de señora mayor. No pudimos evitar imaginar que se trataba de la señora de la limpieza y que de un momento a otro cambiaría la guitarra por la mopa y lo dejaría todo como los chorros del oro. Al margen de nuestro incorrecto sentido del humor, el concierto estuvo muy bien, y el par de temitas de su estupendo anterior disco, fueron muy de agradecer.
Cuatro escalones más arriba empezaban los Grizzly Bear, una de mis bandas favoritas. Sorprendió su escenografía, con esas veinte lamparitas colgantes con aspecto de medusas decadentes que subían y bajaban por el fondo del escenario. Lo demás ya lo sabíamos: que su repertorio es intachable, que sus armonías vocales son de lagrimón y que su sonido es tan personal que resultan reconocibles al instante. Y encima no se olvidaron de interpretar una de mis más favoritas canciones de la vida, la emocionante “Knife” (no confundir por favor, con The Knife, de quienes me volveré a despachar en su momento).
Gran primera jornada, más que satisfactoria, que no se estropeó ni con el show de Simian Mobile Disco, sonando muy rancio (¿no es de ellos lo que suena en un pase de moda del Carrefour?), y haciendo de cantamañanas, es decir, tocando botones como si sirvieran de algo. Vamos, lo de siempre, que es lo que a la gente le encanta. Ni con el aterrizaje de Animal Collective, de quienes solo vimos los primeros veinte minutos. Lo justo para dotorear el escenario en forma de bocaza abierta con miniproyecciones en los dientes y un par de cuernos coloristas hinchables de lo más resultón; y comprobar cómo el mundo sigue empeñado en bailar una música que no está hecha para bailar, sino vaya usted a saber para qué. Aunque me aburran muchísimo, me sigue pareciendo una banda muy respetable y me voy a dormir.
Estrenamos el viernes con Nick Waterhouse y su estupenda banda con guapas y solventes coristas. Una avalancha de swing, rock, blues y soul de impresionante factura y mucha diversión. Fue como estar en el baile de graduación de Peggy Sue. Muy de agradecer que nos acerquen este tipo de sonidos a un festival tan festival.
Nos perdimos a Daniel Johnston porque nos dio la gana, y nos fuimos a ver a Django Django, quienes si bien no estuvieron nada mal, si dejaron ver unas cuantas carencias: el escenario grande les queda grandísimo, y el sonido fue mejor en lo técnico que en lo artístico. Pequeña decepción que nos catapultó a la otra punta del globo terráqueo para no perdernos a Mattew E. White, que ofreció un concierto precioso de country soul muy bien interpretado con excesos instrumentales de alta tensión, y perlas bailables que te hacían volar de Lambchop a Primal Scream en cosa de minutos. Un mejor sonido, a veces muy saturado, lo hubiera convertido en perfecto.
Mientras tanto, a pocos metros Solange arrasaba. Llegamos a ver varios temas gracias al retraso en su comienzo. Solange es una diva muy poco diva. Sobre el escenario es libre: nada de poses. Canta fantásticamente y sus canciones son más que resultonas. Apareció con una banda negra que sonaba demasiado a 80’s, pero mostró encanto, tablas y talento por desarrollar. Y nadie se acordó de su hermana.
Nos perdimos a mi querido Chistopher Owens, a The Breeders y a Tinariwen (no será por falta de oportunidades pero no hemos estado muy africanos este año). Sin embargo sí vimos buena parte de Jesus and Mary Chain, que me convencieron, sonaron bien, y me hicieron recordar lo mucho que me gustan. Luego intentamos ver a James Blake, quien en disco me aburre soberanamente, y en directo… también. Yo lo vi como un Antony pero sin alma. Vi a Blake frío y sin expresión, aunque lo cierto es que sólo soportamos diez minutos y por diez minutos decir que vi algo en él es mucho decir.
Y nos fuimos a coger sitio para Blur. Pero ya no había sitio desde más de media hora antes. Así que penetramos entre la muchedumbre que profería insultos en inglés de esos que se entienden muy bien aunque no sepas inglés, y nos colocamos más que bien. Y arrasaron. La vuelta de Blur fue para recordar. Pero claro, con semejante repertorio (solo eché en falta “Charmless Man”), y sonando perfectos, no podía ser de otra manera. Es cierto que están algo viejunos (Graham Coxon está muy mayor y con cara de susto de principio a fin), pero Damon, pese a su horrible diente de oro, parece ganar con los años y lo chupetearías como un pirulí. Lo mejor es que los Blur post Gorillaz, heredan el gusto por el exceso bien entendido y completan su sonido con un coro de voces negras, vestidos de clase obrera británica pero no exentos de glamour, y una sección de metal también sobresaliente. Comenzaron con valentía por el final, y “Girls & Boys” levantó al mundo, y supieron dosificar la energía hasta desparramarse con “Song 2”. Lo dicho: un regreso triunfal.
Y del blanco al negro, o del negro al blanco, según se mire. Porque el esperadísimo espectáculo/concierto/performance de los visionarios/varguardistas/padres de todas las cosas que están por venir, fue una mierda. Vale que no soy especialmente fan de The Knife, sobre todo de los últimos The Knife que rompen esquemas y aportan conceptos y aburren hasta a los caracoles, pero lo del viernes fue muy ridículo. Me da igual que fuera casi todo pregrabado (los Pet Shop Boys también son muy pregrabados pero sus espectáculos coquetean con las vanguardias más creativas sin perder la diversión y la exquisitez), lo peor es que fue todo muy muy cutre: el ballet de “Tú sí que vales” y una coreografía de playback fallero, fueron el grueso del espectáculo. Y buscarle coartada arty a toda esa tomadura de pelo, es aún peor. Me quedo con una frase que twiteó la compañera Tecnoyonki: “Qué mal les ha sentado a The Knife estudiar Bellas Artes”. Pues eso.
Nuestro sábado comenzó con Adam Green & Fulanita Nomeacuerdo. El señor Green debió encargar en telehipster un disfraz de Cat Stevens para la ocasión e intentó hacerse el gracioso sin gracia alguna, y la señorita Nosecuantos canta fatal. Así que huimos hacia el lejano norte para ver a Melody’s Echo Chamber, pero nos encontramos con Cayucas, que parecían un poco tontos y prescindibles y adiós. Melodie Prochet es una encantadora francesita, que avalada por Kevin Pearcer de Tame Impala, presenta un interesantísimo proyecto al que llama, ya digo, Melody’s Echo Chamber. Ella es muy mona, lleva un moderno y perfecto corte de pelo que sabe usar muy bien, y es muy elegante (una blusa con capita, de imposible plancha, que habría hecho las delicias de alguna gatita amiga nuestra, así lo indicaba), y tiene una voz lánguida y muy francesa con ciertos problemas de afinación, pero tiene unas canciones muy buenas y muy personales, y se acompaña por una banda contundente y desbocada que resulta irresistible. Pop para bailar, sofisticado y potente, con adornos electrónicos y mucho camino por recorrer. Merece la pena seguirle la pista.
Tras la cancelación de Band of Horses, de la que mejor no hablar, ya no cabía duda alguna: Dead Can Dance, aparecieron bajo un frío aterrador (frío de bufanda, guantes y gorro, en serio). Centrados en su último y precioso álbum, ofrecieron un alud de belleza construida entre espectaculares voces y ritmos llegados del cercano oriente o quizá de lugares inimaginables. Qué preciosas melodías, y que preciosas voces. Y eso pese a que Lisa Gerrard, parecía Anne Germain disfrazada de Aramís Fuster. Fue increíble, pero nos moríamos de frío, de hambre y de ganas de pasarlo bien. Y la solución estaba clara: un perrito caliente e Hidrogenesse (si uno no se vuelve loco con estos cambios estilísticos, es porque debe ser más fuerte y equilibrado de lo que parece). Hidrogenesse son Hidrogenesse, y además jugaban en casa. Divertidos, locos, ingeniosos, irónicos, atrevidos, desacomplejados y por tanto, geniales. Sorprendieron con una estupenda versión de “Maricas” de Los Punsetes, y triunfaron sin objeción.
Nos perdemos a Wu-Tan Clan y a Camera Obscura, porque cambiamos de provincia para ver a Nick Cave.
Ya he dicho por ahí lo que pensé y lo que sentí viendo a Nick Cave. Pero intentaré resumirlo: los Bad Sees suenan de la hostia, y el concierto aunque breve (poco más de una hora) se centró en el último disco, que adquirió nuevo esplendor en el directo, y fue salpicado con algunas joyas eternas (ay ese “Stagger Lee” que me llevo puesto para siempre). Pocas canciones, pero largas y desarrolladas con mucho talento. Tan importante era el silencio como el feroz sonido. Lo demás fue tan simple como el recital interpretativo más brutal que he visto jamás. Cave se mueve, se para, respira y canta, habla y declama, grita y fija la mirada, y hasta las olas del mar se paralizan y se emocionan. Hasta el frío huye y el público guarda un silencio absoluto que no recuerdo haber vivido nunca. Ojalá pudiera elegir morirme en medio de un momento como ese.
Pero no, se siente. Dejé de respirar, y mi circulación dejó de funcionar, pero todo sigue bien, o mejor.
Después de eso, todo daba igual, pero fue genial escuchar las canciones nuevas de My Bloody Valentine, que volvieron a sonar brutales, aunque lo que nos pedía el cuerpo era coger un buen sitio, aprovechando que todos estaban con los pelmas de Crystal Castles, para el fin de fiesta de Hot Chip. Y no defraudaron. Me encanta Hot Chip. No solo siguen sacando discos fantásticos sino que amplían su repertorio de temazos. Su directo fue tan bueno, aunque quizá menos espectacular, como el del FIB. Sonaron increíbles y a mí, la voz del menudo y extraño Alexis Taylor, me tiene enamorado. Yo es que en un concierto de Hot Chip, escucho a Moroder, a Cownley, a Sylvester, a la Summer. Escucho la mejor música de baile que se ha hecho jamás, la de hace 35 años. Y me encanta esa puesta al día, tan moderna y tan creativa, y me entusiasma que guste tanto a tanta gente que no ha escuchado jamás nada de eso. Gran final, sí señor.
Por lo demás decir que no sé si andaba yo mejor que en otras ocasiones, pero las distancias no parecían tan grandes. Trasladar el ATP es un acierto porque abre una vía de acceso cómoda y rápida. Por otra parte, muy mal el precio de las cosas. La bebida y la comida son carísimas. Y finalmente, el frío deslució mucho todo y resultó muy incómodo. Pero en lo estrictamente artístico, ha sido un gran festival. Esta vez, sí. Pese a lo de Band of Horses,sí.
No Planetas, no party
Lo dijo maiquel_nait el 29.05.2013 a las 17:54