Ralf König nació en 1960 a 40 kilómetros de Dortmund. Estudió arte en los 80, y fue transformista en un club nocturno, trabajo que tuvo que abandonar a causa de una lesión en el dedo gordo del pie, que le impedía calzar zapatos de tacón y le mantuvo postrado una temporada. Fue entonces cuando decidió dedicarse al dibujo, y en 1987 publica “El Hombre Nuevo” con gran éxito (su adaptación al cine se llamó “El hombre deseado”). Desde entonces no ha parado de publicar, también en España y en castellano, y algunos de sus títulos son ya clásicos del cómic de humor: “Lisístrata”, “El Condón Asesino”, “Beach Boys”, “Huevos de Toro”…

Las historias de König derrochan humor, humor de carcajada digo. Basadas en buena parte en el ambiente homosexual de Colonia donde se mueve el autor, König se ríe de todo lo que le rodea sin tabúes ni autocensuras. Sus personajes son tremendamente reales, porque viven de emociones reales, y sus personalidades tan variadas que no se puede hablar de estereotipos, sino de amantes, amigos, conocidos… Las relaciones sexuales, las humanas, el espectáculo, la fiesta y la noche, el amor que comienza y el que termina, la muerte… nada se escapa de ser retratado con sátira inteligente y desbordante ingenio.

König convierte a sus monigotes narigudos de líneas sencillas y en blanco y negro, en protagonistas de situaciones dramáticas y cómicas a la vez, algunos son atrevidos y otros simplemente presas del atrevimiento de su autor.

A partir de 1996, tras la muerte de algunos amigos víctimas del SIDA (algo que también ha sabido contar de manera emocionante y… ¿por qué no? divertida), sus tebeos adquieren una cierta madurez, sin perder un ápice de gracia. En “Como conejos”, su última obra publicada en castellano, incluso convierte las relaciones heterosexuales en objeto de su humor tan mordaz como reflexivo.

Las obras de König aseguran una lectura fácil de poso permanente, alta diversión y una inevitable adicción a sus personajes fetiche. Ah… y no son cómics para homosexuales, sino sobre homosexuales, muchos de ellos auténticas víboras, con mucha mala leche y mucho muchísimo corazón.