En serio que pensaba escribir mi habitual crónica de un buen concierto. De verdad que pensaba contar si tocó aquella vieja canción, o si presentó su último disco. Creía que merecería la pena contar con más o menos detalles lo visto y lo escuchado. Pero estaba equivocado.

Porque no hace ni una hora que el concierto de Bonnie “Prince” Billy ha terminado. Casi dos horas de espectáculo, y no tengo nada que decir que no sea gritar, y llorar, y aplaudir, y dejarme llevar por la magia de lo vivido. Tengo 43 años y a estas alturas ya he visto mucho, pero que mucho sobre un escenario, y no exagero si digo que lo de Will Oldham y su fantástica banda es de lo más grande que he visto jamás.

Mucho más allá del country, todo ha sido como un enorme y justiciero bofetón a esa cosa que llaman “americana”. Con un enorme piano, y una guitarra emocionante, y unas voces grandiosas, que juntas son gloriosas como las canciones que interpretan, el resultado final está muy por encima de cualquiera de sus discos. Y no me da la gana de contar nada más. Me niego a compartir algo así, teniendo en cuenta que el concierto cambió de sala porque se vendían pocas entradas y ni siquiera se ha conseguido llenar una sala como El Loco. Os lo habéis perdido, y esta vez de verdad que no tiene perdón.

Solo lamento no haber conseguido que mi amigo Carlos viniera. Debí haberle obligado.